Las Keynotes de Apple de los primeros años del siglo, dadas por Steve Jobs en su habitual vestimenta, eran conciertos de rock. Había expectación, entusiasmo, misterio. Eran eventos reservados y esperados por unos pocos, pero eran una ventana hacia el futuro. Presentaciones como la del PowerBook G4 quedarán grabadas en la mente de todos.
Eran los tiempos en los que una empresa con cultura indie y que pasaba casi desapercibida entre la mayoría de los consumidores (al menos, en lo que no se refería a los iPod) iba dando pasos agigantados. Vino el cambio de PowerPC a Intel, perdiendo el misterio de qué procesador podría usar el siguiente Mac, porque el roadmap de Intel es público. Y la última gran Keynote, la presentación del iPhone, fue la que marcó el inicio de la nueva era de Apple.
Las subsecuentes presentaciones perdieron la emoción, misterio y carisma. Apple ahora enfoca más sus presentaciones a los resultados comerciales, que, como empresa con ánimo de lucro, tiene todo el sentido del mundo. La presentación del iPad fue más bien aburrida, sin novedades que generen un cambio radical en la forma en la que percibimos la tecnología.
Steve Jobs sabe que no le quedan muchos años al frente de Apple, por lo que trata de cambiar el estilo de las presentaciones para que el público no note su salida. Una Keynote actual podría prescindir fácilmente de Steve, teniendo como presentadores a Jonathan Ive, Phil Schiller, Scott Forstall y Tim Cook. Los tiempos de esa Apple en la que la única cabeza visible era Steve Jobs y que sorprendía con alguna novedad o característica impresionante se han terminado.